miércoles, 6 de julio de 2011

Está en el balcón oyendo música con los ojos cerrados

Suele ser el marco idóneo.
Puede que se achaque a alguna que otra copichuela de más. De hecho, no seré yo quien niegue la posibilidad de que parte de sus efectos operen en mí en estos momentos.

El primer requisito, una noche tranquila.
Habrá quienes asocien este concepto a una playa tras la puesta de sol, a algún rincón bucólico o solitario... para mí solo puede ser un lugar: el balcón de mi cuarto a partir de las 2 de la madrugada. Un lugar vulgar y mundano que carece de romanticismo y donde a esas horas existe la misma posibilidad de que pase un coche o una ráfaga de aire fresco como de que me toque una primitiva. Un sitio lo suficientemente triste como para crear ambiente.

El segundo, la música.
Una de las cosas más curiosas de hacer limpieza es que te encuentras con objetos de los que ignorabas su existencia (como cierto de cd de música que me grabé hace 2 años: "toy depre", toda una declaración de intenciones y unos auriculares con 2m de cable) Y a estas horas no pega otra cosa que poner el cd y dejarse llevar.

Así pues, la habitación a oscuras en mitad de la noche y yo en el balcón, con los ojos cerrados oyendo música.
Normal que, al no esperármelo, Pedro Guerra me haya cogido con las defensas bajas.

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