miércoles, 9 de noviembre de 2011

Está socialmente desconcertado

Esta maña lo vi claro: la humanidad no sucumbirá por culpa de un extraño y mutante virus escapado de un laboratorio farmacéutico, ni siquiera estaremos bajo el yugo de una civilización extraterrestre que nos oprima tras su apocalíptica invasión, y ni hablar de un Gran Hermano que nos vigile.
Acabaremos esclavizados por nuestro carácter social.

Se supone que uno de nuestros rasgos distintivos con respecto al resto de seres vivos que cohabitan este planeta es nuestra sociabilidad.
Dicen en internet que la sociabilidad es el valor que nos impulsa a buscar y cultivar las relaciones con las personas compaginando los mutuos intereses e ideas para encaminarlos hacia un fin común, independientemente de las circunstancias personales que a cada uno rodean; que es un canal de comunicación que puede sentar las bases para tener nuevos amigos, elegir a la persona adecuada para formar una nueva familia o comenzar una nueva empresa, en base al intercambio de gustos, aficiones e intereses que se comparten y dan como resultado una relación más trascendentezzzzzzzzzzzzzzzzz... zzzz... zzz...

Lo que nadie ha llegado a aclararme es cómo puede ser que en apenas 10 años este "valor que impulsa" se haya transformado en "adicción que somete": prácticamente nadie ha conseguido salir indemne de esta grave sociadicción que padecemos, y quien dude de este planteamiento, que observe el comportamiento humano en ausencia de ordenadores, teléfonos móviles, internet o cobertura... que no se sorprenda o asuste al descubrir el síndrome de abstinencia social...

Por mi edad, además de criarme en la transición política española, he madurado en la transición digital mundial:
Antes:
-Entregaba los trabajos de la facultad escritos en mi querida "olivetti lettera 32";
-Buscaba documentos en fichas... que me indicaban la ubicación física de las obras en la biblioteca y en la hemeroteca;
-Llamaba por teléfono desde mi casa,
o echando moneditas en las cabinas de la calle;
-El carácter móvil de un teléfono estaba directamente relacionado con la longitud del cable que lo unía a la "roseta de la pared";
-Los emails no tenían "e", se les llamaban cartas y se mandaban por correo ordinario;
-Se quedaba con antelación con la gente en un sitio, y quien se perdía o se retrasaba... se tenía que aguantar y buscarse la vida.
Ahora:
-Podría hacer de todo con mi teléfono de última generación... de no ser porque aún no tengo. Internet se ha convertido en el nuevo "Becerro de Oro"
Y como a todos los de mi generación, la evolución del "ser social" de finales del siglo XX al de inicios del XXI, no solo nos ha cogido a contrapié, sino que nos ha sobrepasado. ¡Y de qué manera!
-De protestar por el "control las 24 horas" que suponía tener un móvil "modelo ladrillo", a exigir uno que tenga internet con tarifa plana y aplicaciones para poder "decir a todos lo primero que se me ocurra" (si no tienes Whatsapp o no eres usuario del chat de la Blackberry, no eres socialmente rentable: "cuestas dinero")
-Del "no me quedan más monedas, ya te llamaré", en una cabina de las cerradas después de esperar media hora a que acabara el que estaba dentro, al mensaje "llámame, no tengo saldo".
-De la cara seria y adusta, y el tono severo del "soy tu padre, no tu amigo" a esa voz melosa (no-rompo-un-plato) y los ojitos del gato de Shrek "Hijo, anda, acéptame en feisbuc"
-De lo restringida y selecta de las pandillas, del conmigo-o-contra-mí, al "concepto Pokemon" de tuenti (Hazte con todos)
-De esa timidez exacerbada"Mamá cierra la puerta que me ven"... al exhibicionismo de las fotostuenti enseñando cacho a desconocidos.
-De querer saber algo de alguien y preguntar a la amiga-de-la-amiga-de-la-amiga, a la caída del mito romántico gracias al "concepto GPS" de feisbuc ("Estoy tomando un café en Bar Paco con Miguel Deltoo"... "CeNanDoOoHh"...)
-De ser misterioso, enigmático y reservado a la imperiosa necesidad de tener que dar la opinión sobre todo lo que pasa, te pasa, les pasa, ves, oyes, piensas, sientes, sueñas, reflexionas...
-De lamentar que no te oye nadie, que no te prestan atención ni valoran tu opinión a lamentar que no te lee nadie, que no visitan tu blog, no te comentan ni le dan a "me gusta"
-De la tediosa visita en la que te someten a la tortura de la eterna sucesiónde álbumes de fotos de boda/viajes, a la apasionante visualización de la eterna sucesión de fotos subidas sobre cualquier cosa... y la imperiosa necesidad de etiquetar o comentarlas.
Si asusta asomarse a esta realidad, aún más lo es verse reflejado en ella: saberse una unión más de esta grandiosa tela de araña que suponen las redes sociales y los sistemas de mensajería instantánea, descubrirse como un ser sociovirtual... que desconoce tanto las reglas de esta nueva sociedad, como las futuras consecuencias de los actos que en ella realice.

Pero, ¿quién está dispuesto a abandonar todo este entramado? ¿hasta qué punto el abandono de esta sociedad virtual que se está tejiendo implicaría el ser asociales también fuera de ella?