miércoles, 26 de septiembre de 2012

LA CALMA ANTES DE LA TORMENTA

A primeras horas de la mañana aún podía sentirse la brisa fresca de los amaneceres de un otoño tempranero. Ese fresquito que sorprende de un día para otro; que parece leve para llevar jersey o sudadera, pero intenso para ir en mangas de camisa. Si uno se acercaba un poco podía ver las gotas del rocío sobre la enorme estructura metálica. Pero todos los que cruzaban por allí evitaban hacerlo, pues el recelo y el miedo podían sobre la curiosidad.
El ambiente aquella mañana era de lo más apacible: a lo lejos se oían circular los coches y si te acercabas a algún árbol podías relajarte con el canto mañanero de los pájaros. Nada que hiciera ver que aquella no era una mañana como otra cualquiera a esas horas, bueno, a excepción de las vallas, las extrañas plataformas metálicas, el curioso número de furgones policiales, los agentes apostados en las azoteas de los edificios colindantes y los que, a pie de calle, guardaban las puertas del congreso.

Casi nadie recordaba bien de dónde ni cómo había surgido la amenaza, pero sí que eran conscientes de lo rápido que se había extendido a nivel nacional y cómo diferentes grupos enfervorecidos la blandían, más que como lema, como grito de guerra. ¿Cuántos aparecerían por allí? ¿Cuándo? ¿Con qué intenciones?

Los que habían dejado bien claras sus intenciones eran los políticos y altos mandos. Aquello comenzaba a tener tintes de surrealismo; aquello se parecía más a las películas americanas ("a defender el fuerte, chicos") que a la realidad. Pero la cuestión era que estaban entre la espada y la pared, eran la última línea de defensa de aquello que se había llamado a asaltar.

Las horas, al principio interminables, habían dado paso al inicio de la concentración. Y, de repente, el tiempo pareció detenerse. Tras los primeros tímidos, comenzaron a llegar distintos colectivos con sus pancartas, sus camisetas, sus banderas, sus canciones... "Uno nunca acaba por acostumbrarse a estre trabajo. No preparan lo suficiente en la academia para soportar esta tensión..." Todo se asemeja al funcionamiento de una olla expres: comienza a caldearse poco a poco el ambiente, a aumentar la presión... y tras los cánticos llegan los gritos, y la presión sigue subiendo... Notamos cómo sube la adrenalina a medida que el espacio que les separa de nosotros comienza a reducirse. En breve, alguno tocará las vallas... o alguien nos dará la orden.
"Maldita sea"
¿Cuánto tiempo aguantarían ejerciendo de guardia pretoriana del gobierno? En alguna ocasión alguien había respondido espontáneamente a aquella pregunta sin que se le llegara a plantear. "El día que en una de estas me tope con mi hijo enfrente... tiro el escudo y el casco y doy la media vuelta."

Nos escandalizamos por frases como “leña y punto”, pero blandimos como eslogan otras como “toma el congreso”.